En la introducción de su famoso libro titulado Cities for People (Ciudades para la gente), el arquitecto danés Jan Gehl afirma que históricamente, en la mayoría de las grandes ciudades del mundo, la escala humana ha sido un factor descuidado en los procesos de planificación urbana. A medida que las nuevas tecnologías nos han permitido construir edificios más altos, más grandes y más complejos, hemos pasado de diseñar espacios para las personas a desarrollar un nuevo tipo de arquitectura, una arquitectura completamente ajena a nuestra propia condición humana. Las estrategias de planificación urbana tomadas “de arriba hacia abajo” ignoran la necesidad de espacios adecuados para nuestros sentidos, priorizando la velocidad, la funcionalidad y, obviamente, la rentabilidad.
Influyendo en nuestra percepción espacial y condicionando nuestra experiencia urbana, la escala, experimentada a través de la dimensión humana, estimula nuestros sentidos y condiciona nuestro bienestar. Guiados por Eden of the Orient (Edén de Oriente), una serie de imágenes del fotógrafo belga Kris Provoost que retrata la batalla de escalas en Hong Kong, este artículo pretende exponer los cambios históricos en torno a la planificación y subrayar algunos hechos científicos que resaltan cómo la escala puede impactar en nuestra vida urbana diaria.
En Eden of the Orient, Kris Provoost registra los dilemas urbanos propios de la interacción entre las escalas arquitectónicas, infraestructurales y humanas de Hong Kong. Conocida como la ciudad más vertical del mundo, con la mayor concentración de rascacielos por kilómetro cuadrado, Hong Kong ha estado construyendo "ciudades sobre ciudades" desde el decenio de 1950: una práctica concebida originalmente para satisfacer una demanda urgente de viviendas, pero que aún en la actualidad sigue replicándose. Como las ciudades son pequeñas, los edificios de viviendas necesariamente tienen que crecer en altura, pudiendo tener hasta 70 pisos y estar construidos en zonas de vertederos, generando pequeñas islas verticales de densidades estratosféricas. En lo que una vez fue un exuberante paisaje natural, estas montañas de concreto batallan contra la geografía original, ahora arruinada por su ostentosa presencia. Retratando un espacio urbano en agonía, la serie fotográfica de Provoost expone una ciudad innegablemente ajena a la dimensión humana.
Apropiándonos de una serie de conceptos explorados en el libro Cities for People de Jan Gehl, cuestionaremos la relación entre la habitabilidad del espacio urbano y la escala del entorno construido, buscando sacar conclusiones sobre los sucesos que dieron lugar a esta realidad, que lamentablemente no se limita sólo a la ciudad de Hong Kong.
A lo largo de 1920 y 1930, las nuevas ideologías modernistas introdujeron nuevas formas de pensar y diseñar los espacios urbanos, causando profundos cambios en nuestras ciudades. Con las posibilidades habilitadas por la aparición de nuevas tecnologías, las proporciones humanas comenzaron a desaparecer gradualmente del espacio urbano. Como resultado, la escala humana terminó siendo suplantada por otra escala mucho más grande: Los edificios comenzaron a ser cada vez más altos, las calles se multiplicaron rápidamente y las carreteras se tornaron más grandes. A medida que las ciudades se expandían interminablemente hacia sus periferias, los seres humanos comenzaron a alejarse no sólo de los demás, sino también de sí mismos. Como consecuencia de estos descuidos, dejamos de construir ciudades para construir meros edificios autónomos y sucesivos, repartidos en interminables autopistas que no conducían hacia ningún lado. Nos tomó años darnos cuenta de lo que estábamos haciendo. Sólo en los años 60, con la famosa publicación del libro de Jane Jacobs "Muerte y vida de las grandes ciudades", pudimos finalmente comenzar a cuestionarnos si nuestro entorno construido era el que deseábamos.
Para entender el valor que la escala humana tiene en el bienestar de las ciudades y sus habitantes, primero tuvimos que reconectarnos con nuestro propio cuerpo y comprender como funcionan nuestros sentidos. Los seres humanos tienen una visión periférica, limitada y horizontal. Esto significa que todo lo que está muy por encima de nosotros, más allá del alcance de la visión, no nos sensibiliza -al menos no tanto como lo hacen los edificios que forman parte de nuestro entorno inmediato-. La escala humana tiene que ver con nuestra capacidad de "medir" el espacio a partir de la relación establecida entre nuestro cuerpo y los elementos que consolidan nuestro entorno. En su libro "Cities for People", Jan Gehl afirma que "desde la calle, ni siquiera podemos darnos cuenta de lo que pasa en la parte superior de un edificio. Cuanto más alto está, más lejos del alcance de la vista (...) la conexión entre nuestro cuerpo y los edificios se pierde efectivamente a partir del quinto piso (...) eso significa que ya no pertenecen a la dimensión de nuestra ciudad". De hecho, es muy fácil que los edificios altos se desconecten del contexto y no participen en la vida de la ciudad.
Los edificios de menor escala son estructuras que se encuentran en armonía con nuestros sentidos y con las que podemos establecer comunicación. Afectan directamente a todos nuestros sentidos, más allá de la mera vista, ya que es más agradable y acogedor estar cerca de edificios "más humanos". "La sensación de confort y bienestar en una ciudad depende profundamente de las relaciones que se puedan crear entre la estructura del espacio y la presencia del cuerpo humano, y de cómo sus elementos pueden afectar a cada uno de nuestros sentidos". Básicamente, nuestra experiencia en el espacio está determinada en gran medida por la escala de todo lo que nos rodea. Ya sea que tengamos ganas de quedarnos, de movernos libremente por el espacio o de huir de él, nuestro comportamiento está directamente relacionado con las características y la escala del espacio en el que estamos inmersos. Cuanto más natural es esta relación, más a gusto nos sentimos en un determinado espacio.
Sin embargo, esto no significa que construir edificios bajos sea la solución a todos nuestros problemas, especialmente con todos los desafíos que enfrentamos hoy en día. Aunque nuestras ciudades necesitan diferentes soluciones y densidades, descuidar la escala humana nunca debería ser una opción. Para ello, la planificación urbana debe buscar diseñar espacios urbanos atractivos, con escalas modestas y una clara jerarquía entre sus elementos. Según Jan Gehl, para no destrozar la escala humana, "el principio debería ser construir ciudades atractivas y cohesivas a la altura de los ojos y poner edificios más grandes en la parte superior de ser necesario". Por lo tanto, una situación ideal implicaría trabajar a diferentes escalas. Como la mayoría de nuestras grandes ciudades ya están consolidadas, la única manera de arreglar lo que ya se ha hecho mal es planear intervenciones urbanas específicas capaces de rescatar la escala humana de estos espacios, acortando las distancias y uniendo a las personas.